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Guerra a la diabetes
Sociedad

Guerra a la diabetes

<strong>Esta dolencia es un desafío para los investigadores</strong> y para los pacientes afectados física y emocionalmente por ella

MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ

Lunes, 19 de octubre 2009, 04:39

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El nombre 'diabetes' fue acuñado hacia el año 150 de nuestra era por el médico Areteo de Capadocia. La palabra significa sifón, y Areteo la halló adecuada para describir la necesidad continua de orinar de los pacientes. En su descripción de la enfermedad dijo que era «el derretimiento de la carne y los miembros convirtiéndose en orina». Señaló además que una vez que aparecía la enfermedad, la vida del paciente era «corta, desagradable y dolorosa», descripción cruel pero precisa.

La enfermedad fue descrita por primera vez en el 1552 antes de nuestra era por el médico egipcio Hesy-Ra de la tercera dinastía, que observó la necesidad de orinar frecuentemente, lo que hoy llamamos poliuria y confirmó lo que los antiguos curanderos habían observado: que las hormigas se veían atraídas a la orina de las personas con diabetes. La tradicional medicina mágica ayurvédica, en un texto atribuido al médico Sushruta que vivió en el siglo 6 a.C., atribuye la enfermedad a la obesidad y una vida sedentaria y la llamó «enfermedad de la orina dulce», concepto que existe también en las descripciones coreana, china y japonesa de la afección.

Fue el médico persa Avicena quien describió por primera vez algunas de las consecuencias atroces de la diabetes, como la gangrena y el colapso de las funciones sexuales.

Los autores históricos apenas rozaron algunos de los aspectos más desesperantes y angustiosos de la diabetes, que la convierten en una de las afecciones más terribles para sus pacientes. La falta de una curación (al menos en el caso de la diabetes de tipo 1) y el precio emocional que la enfermedad cobra a sus pacientes son motivos de que esta enfermedad aparezca con frecuencia en la oferta de todo tipo de curanderos. Prácticamente todas las terapias de dudosa utilidad ofrecen, no siempre abiertamente, curación para el cáncer, el sida y la diabetes, con resultados en ocasiones atroces.

La diabetes, o diabetes mellitus se caracteriza porque el cuerpo produce una cantidad insuficiente de insulina (la diabetes de tipo 1), o bien no responde adecuadamente a la insulina, volviéndose resistente a esta hormona, lo que impide que las células la utilicen correctamente (diabetes de tipo 2). En ambos casos, el resultado es la acumulación de azúcar en la sangre.

Hasta 1920, prácticamente todos los tratamientos para la diabetes asumían la forma de dietas especiales, algunas altamente caprichosas. Su origen fue la aguda observación del farmacéutico Apollinaire Bouchardat, que vio que que el azúcar en la orina (glucosuria) desapareció durante el racionamiento de alimentos en París a causa de la guerra francoprusiana de 1870-71. Bouchardat fue también el primero en proponer que tenía su causa en el páncreas. Esto fue confirmado en 1889 por Oscar Minkowski y Joseph von Mering, que extirparon el páncreas de un perro sano y observaron que esto le producía glucosuria. En 1901, Eugene Opie demostró que las células del páncreas llamadas islotes de Langerhans estaban implicadas en la diabetes mediante la sustancia que sería identificada por Nicolae Paulescu, la insulina. Finalmente, Frederick Grant Banting y Charles Best demostraron que la falta de insulina era precisamente la causante de la diabetes, hicieron el primer experimento en humanos en 1922 y desarrollaron los métodos y dosificaciones para ofrecer, por primera vez, una esperanza sólida de tratamiento eficaz. Este logro le valió a Banting y al director del laboratorio, John James Richard Macleod, el Nobel de Medicina de 1923.

La insulina, sin embargo, es sólo eficaz en el tratamiento de la diabetes de tipo 1, y no es una cura. Algunas de las complicaciones a largo plazo de la diabetes se pueden presentar en los pacientes aún cuando se traten cuidadosamente.

Las complicaciones crónicas son las responsables del fuerte desgaste emocional que produce esta enfermedad. Entre ellas tenemos posibilidades tales como daños a los vasos sanguíneos de la retina, que pueden ocasionar la pérdida parcial o total de la vista, hipersensibilidad en pies y manos; daño a los riñones que puede llegar a provocar graves insuficiencias, daños al corazón, apoplejías, daños a los vasos sanguíneos periféricos que pueden llegar a provocar gangrena, dificultades para cicatrizar las heridas...

El diagnóstico de esta afección representa un cambio radical de vida, empezando por dietas adecuadas, la necesidad de estar informado y con frecuencia el requisito de administrar la enfermedad, lo que exige que el propio paciente aplique los procedimientos para medir los niveles de azúcar que tiene en sangre y actuar en consecuencia, porque además de las complicaciones crónicas, el diabético corre el riesgo de sufrir problemas agudos como la hipoglicemia o el coma diabético.

La diabetes de tipo 2, donde la cantidad de insulina es la adecuada pero se utiliza incorrectamente por el metabolismo, se trata actualmente con una serie de enfoques que incluyen el aumento en el ejercicio, omitir el consumo de grasas saturadas, reducir el de azúcar y carbohidratos y perder peso, pues este tipo se relaciona muy frecuentemente con la obesidad. También se utiliza la cirugía de bypass gástrico para equilibrar los niveles de glucosa en sangre en el caso de pacientes obesos.

Pese a todo esto, la diabetes sigue siendo una enfermedad que se puede controlar, pero no curar, y que una vez diagnosticada será siempre parte de la vida del paciente. Y es por ello que, además de luchar por una mayor investigación en pos de una cura, los diabéticos deben luchar contra las vanas esperanzas que les ofrecen todo tipo de supuestos terapeutas. Porque quizá el máximo desafío para el diabético es aprender a vivir en paz con su enfermedad mientras sea necesario.

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