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Literarias, ayer, en Pravia. / TANIA
Pravia 2009
Cultura

Pravia 2009

Las Jornadas de la Asociación de Escritores arrancaron con las palabras de Leopoldo Sánchez Torre y Pedro de Silva

IGNACIO DEL VALLE

Sábado, 7 de noviembre 2009, 03:37

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Con los prolegómenos de una serie de visitas a centros educativos de Pravia para evangelizar con la buena nueva de la literatura, un año más, puntualmente, han llegado las IX jornadas de la Asociación de Escritores de Asturias, nuestros caros y tradicionales encuentros de Pravia. En esta ocasión bajo el epígrafe de 'Interiores: variaciones para dejar de mirarnos el ombligo'. Salvando Escilas y Caribdis de toda laya y condición, la asociación se ha ido consolidando, y para dar testimonio de ello, Antonio Luis del Solar, alcalde de Pravia, y Carmelo Fernández, presidente de la Asociación de Escritores de Asturias, sacaron el botafumeiro e incensaron pendularmente la inauguración de las jornadas.

Y esa misma tarde hubo dos faenas dos. La primera fue de Leopoldo Sánchez Torre, profesor de la Universidad de Oviedo que nos ilustró con su conferencia Del género íntimo, un recorrido por un arte cuya tarea más importante es recrear emociones y sentimientos con los que el lector pueda identificarse. Con esta primera exposición los encuentros ya fueron calentando motores y se notaba que el personal había leído a Foucault, que defiende que la generosidad no consiste en desplegar el saber que se tiene, sino más bien en crear en ese saber las condiciones para que el interlocutor alcance a aprehender aquello que necesariamente se ignora desde el saber que se tiene. Un descanso y llegó la segunda labor, que fue ejecutada por Pedro de Silva, de quien en este momento coincide que estoy leyendo el ensayo 'La miseria de la novedad' -el demiurgo en crisis-. Su conferencia 'El latido de lo inhumano' ahondó en la crueldad, realizó un quirúrgico e irónico análisis de la condición humana sin utilizar en ningún momento el burladero de la ética o la moral.

Y así palabras y más palabras en Pravia. No para que sus discursos cambien la realidad -vana empresa-, sino para hacer pensar al oyente, para que cuestione y, en algunos casos, modifique su actitud ante esa realidad.

Palabras que serán como los dibujos, los muebles, los libros, los objetos de arte que hicieron la vida de Goncourt más feliz, y que defendía que no debían acabar en la fría tumba de un museo, sino desperdigados por los golpes de martillo del subastador para que el goce que le procuraron se repita en otra persona. La clave de todo es compartir. Belleza.

Conocimiento. Amor.

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