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La madre María Luisa, en el único convento de clarisas de Asturias. / TERRY BASTERRA
«Me gustaría que estuviera más repartido»
Sociedad

«Me gustaría que estuviera más repartido»

¿Por qué el monasterio de las clarisas de Lerma tiene 'overbooking' de vocaciones? La respuesta parece estar en la juventud y el entusiasmo de sus monjas, que atraen a otras chicas de su edad. Otros conventos, incluso de la misma congregación, no tienen tanta suerte

M. F. A.

Domingo, 8 de noviembre 2009, 10:57

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¿Por qué en medio de una crisis general de vocaciones religiosas en un convento de Lerma las chicas hacen cola para entrar? No es fácil buscar justificación a un fenónemo, el de las clarisas que lidera sor Verónica, la hermana del Raúl Berzosa, el obispo auxiliar de Oviedo, que ha sorprendido al mundo. Allí, chicas jóvenes y entusiastas deciden consagrar su vida a Dios, mientras, en Villaviciosa, en el único convento de clarisas de Asturias, quedan nueve hermanas y la última en incorporarse lo hizo hace ahora diez años. «A mí me resulta difícil decir por qué, será que Dios lo quiere así y van todas para allá», señala María Luisa Picado Amandi, superiora de las clarisas maliayas, quien añade que ese fenómeno que se da en Burgos le «encanta, es muy bonito, pero me gustaría que estuviera más repartido».

Está encantada de ver a esas chicas jóvenes entregadas a la fe María Luisa Picado, pero lamenta que incluso las vocaciones asturianas tomen rumbo a la Meseta en lugar de unirse a ellas. «Somos poquitas, pero llevamos aquí trescientos años y a través de toda la historia del monasterio ha habido muchas vocaciones asturianas», relata. Y es que de las nueve hermanas actuales cuatro son del Principado, por eso, sin ser crítica, a la abadesa le apena saber que hace bien poco dos chicas asturianas han tomado rumbo a Lerma y otra lo hará pronto. «Para nosotras es muy hermoso este florecimiento, pero nos gustaría que estuviera más equilibrado».

La superiora de las clarisas asturianas no encuentra explicación más allá de lo que Dios disponga a un fenómeno en el que la juventud parece jugar un papel crucial. «La vocación es una respuesta a una llamada. Dios llama a quien quiere, cómo quiere y dónde quiere y luego somos libres de responder o no, de modo que es un misterio que sólo Dios sabe. Pero humanamente se puede decir que la vida llama a la vida y los jóvenes llaman a los jóvenes», dice Raúl Berzosa, obispo auxiliar de Oviedo. Lanza Berzosa esta idea, pero luego aporta un sinfín de matices, porque insiste que la respuesta al misterio sólo la tiene Dios.

Trabajo continuo

Y dice eso porque en el Arzobispado asturiano llevan años trabajando a través de las pastorales vocacional, universitaria y juvenil para captar vocaciones, pero «las cosas de Dios son a veces un poco caprichosas». «Nunca se puede hacer todo lo que se puede por el tema vocacional, pero eso no quiere decir que estemos dormidos ni tampoco que porque se trabaje más los frutos sean mayores».

Así están en las cosas en Asturias, donde se acaba de establecer una joven y pujante comunidad, la de San Juan. Los hermanos que ocupan el monasterio deValdediós tienen a sus espaldas una décima parte de la historia de las clarisas de Villaviciosa. Su orden se creó en 1975 y tiene en todo el mundo más de tres mil religiosos, entre hermanos, hermanas y oblatos seculares. Ellos tampoco advierten de la misma manera que en otras órdenes la crisis de vocaciones. La explicación que da el superior en España, Tarsicio Lamarie, es clara: «Por lo poco que he conocido y he visto, creo que cuando los jóvenes que están viviendo una vida cristiana intensa se plantean la cuestión de la vocación y conocen a otros jóvenes que están en esa situación, su testimonio les impacta», afirma.

Dicho de otra forma, si alguien que siente vocación se encuentra con personas afines, felices de estar viviendo esa experiencia, con el entusiasmo por bandera, es más fácil que decidan seguir sus pasos. El testimonio de otros puede que sea la mejor llamada a las vocaciones. Y si esos otros hablan el mismo lenguaje, todo es más fácil. Quizá así se resuelva el misterio de Lerma.

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