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Jesús Arévalo, a la izquierda, y Marino Soria, charlan acerca de las características del Steinway de la Filarmónica en la Casa de Cultura. / MARIETA
Un piano de los de antes
AVILES

Un piano de los de antes

Marino Soria y Jesús Arévalo cuidan con mimo el Steinway de la Sociedad Filarmónica, un instrumento que cumple cincuenta años con tantas anécdotas como melodías en su interior

JOSÉ L. GONZÁLEZ

Domingo, 15 de noviembre 2009, 03:39

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Joaquín Achúcarro es uno de los mejores pianistas españoles de todos los tiempos. Durante su larga trayectoria profesional, en la que ha actuado con la Orquesta Sinfónica de Berlín y también con la de Nueva York, entre otras muchas, recaló en Avilés en los años 70 para ponerse a los mandos del piano Steinway serie 'D' de la Sociedad Filarmónica. Ya entonces era un instrumento muy valorado y codiciado por «algunos personajillos que querían manejar todo el negocio de la música en Asturias». Con el fin de menospreciarlo y poder así hacerse con su propiedad, lanzaba miradas de desdén hacia el que es el único patrimonio de la entidad que más ha trabajado por la música clásica en Avilés. Al finalizar el concierto, el que entonces era su cuidador, el técnico de pianos Jesús Arévalo Casado, tiró de picardía para meterse entre la plana mayor del público y lanzar una pregunta a Achúcarro cargada de intención:

-«Maestro, ¿qué tal el piano?».

-«Como los hacían antes».

La cara de Marino Soria, el presidente de la Sociedad Filarmónica Avilesina, se ilumina cuando cuenta esta anécdota. Lo hace al lado del piano, sobre el escenario del auditorio de la Casa de Cultura. De testigos, sólo están una mujer que limpia el suelo del patio de butacas ajena a la conversación y Jesús Arévalo, hijo del protagonista de la historia de Achúcarro y encargado ahora de poner a punto las 'tripas' de este Steinway serie 'D', que el pasado 3 de septiembre cumplió cincuenta años. «Es uno de los modelos más cotizados en pianos de concierto y sólo necesita un buen lavado de cara», apunta el cuidador del 'niño mimado' de la Filarmónica.

Sería primera puesta a punto. Porque desde que este piano llegó a Avilés no ha sufrido ninguna intervención 'quirúrgica'. Todas sus piezas son las mismas que salieron de la fábrica de Hamburgo metidas en un contenedor con un albarán que decía que dentro de la caja había «un mueble de segunda mano. Fue dificilísimo traerlo a España. Hubo que pedir muchos permisos de importación», recuerda Marino Soria.

200.000 pesetas

Y hubo que pagarlo. 200.000 pesetas de la época para que las manos de José Iturbe, otro de los grandes intérpretes de la música española, estrenaran un piano que hoy se vende por unos 120.000 euros (cerca de 20 millones de pesetas). «En aquella época era muy famoso. Había ido a Hollywood y hacía muchas películas. La Filarmónica no tenía dinero para pagarle, pero se empezó a negociar con él y le gustó tanto el proyecto que vino gratis a Avilés». A cambio, la sociedad le hizo dos regalos. «Una llave del piano hecha en oro y una impresionante fabada».

A partir de ahí, Alicia de la Rocha, Manuel Carra o José Cubiles fueron algunos de los encargados de sacar los mejores sonidos a este piano que se encuentra «cedido, no donado» a la Fundación Municipal de Cultura.

Pero no todo han sido buenos recuerdos. A mediados de los años setenta, cuando los conciertos de la Sociedad Filarmónica se celebraban en el salón del actos del instituto Carreño Miranda, el Steinway serie 'D' sufrió un accidente que a punto estuvo de acabar con su 'vida'. Apartado en una esquina del escenario, el piano esperaba la tarde para convertirse de nuevo en protagonista de un concierto. El centro educativo estaba en obras y algún operario había hecho un agujero en el techo del salón para dar salida a una canalización de agua. Se le olvidó taparla. «Estaba inundado, parecía una piscina. Llamamos a Oviedo, a Arévalo, que hizo un trabajo increíble. Serrín, secadores, de todo. Al final se consiguió dar el concierto que estaba previsto para aquella tarde», recuerda Marino Soria.

Lo que pudo haber sido una catástrofe se quedó en unas pequeñas manchas de humedad todavía visibles en sus tripas y unos mínimos restos de óxido en algunas de sus cuerdas. «Tuvimos suerte de que no afectara a la tabla de resonancia, porque eso hubiera supuesto casi el fin del piano».

No lo fue. En los cincuenta años de vida del Steinway serie 'D' sólo ha hecho falta darle una mano de barniz al mueble. Pero los años pasan y cada vez se acerca más el momento de «pasarle una revisión». «Habrá que llevarlo al taller y cambiarle parte de la maquinaria, limpiarlo bien y dejarlo listo para que dure otros cincuenta años y sea mi hijo el que se encargue de tratarlo», apunta Jesús Ángel Arévalo, un enamorado de los pianos que utiliza un gráfico símil para explicar el valor de este instrumento. «Los nuevos no son ni mejores ni peores. Son muy dúctiles, tienen menos peso de tecla... Un Ferrari fabricado ayer es un coche maravilloso, pero uno de los años cincuenta también es un Ferrari».

Marino Soria, que habla del piano «sin pasión», se decide a sentarse unos minutos ante el teclado y arrancarle unas notas. Suavemente, prueba sonidos interpretando una melodía. «Mira, todavía responde a los sonidos suaves. Y los graves. Estos no lo tienen los pianos de hoy».

Quedan unas horas para la Orquesta Sinfónica del Principado dé un concierto en el que utilizarán el Steinway y el instrumento aún no está afinado. Esa es tarea de Jesús Ángel Arévalo, que porta un intrigante maletín. Dentro, una llave para las clavijas, un separador de cuerdas, algunos destornilladores y poco más. Ni rastro de aparatos electrónicos. «Esto es todo oído y precisión. Fíjate como da pequeños giros a las clavijas. Van clavadas en una tabla de conglomerado, así que si aprietas demasiado puedes estropear el mecanismo», explica con pasión por su trabajo.

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