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Enrique Espínola inyecta Vistabel a una paciente en Estética e Imagen, él también utiliza la técnica para sí mismo y no duda en confesarlo. / MARIO ROJAS
El botox, más joven que nunca
Sociedad

El botox, más joven que nunca

La toxina botulínica se autorizó para usos estéticos hace veinte años en Estados Unidos y llegó a España en 2004 bajo el nombre de Vistabel Las clínicas estéticas y dermatológicas de Asturias constatan un incremento exponencial de su utilización y auguran que crecerá aún más

M. F. ANTUÑA

Domingo, 15 de noviembre 2009, 03:36

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El botox está más joven que nunca. Hace veinte años que se autorizó por primera vez para usos estéticos en Estados Unidos y sólo cinco que se aprobó en España, pero la toxina botulínica se ha convertido en un tratamiento estético de primer orden que gana adeptos cada día que pasa. Aunque le acompaña una leyenda negra por aquello de las caras inexpresivas y estáticas -dicen que inmerecida-, las clínicas estéticas y dermatológicas que lo aplican en Asturias han visto crecer de manera exponencial en sólo cinco años el número de usuarios de los pinchazos, que en España se limitan al entrecejo y la frente legalmente hablando, aunque la realidad dice que también se aplican sobre las patas de gallo. «Cuando yo empecé aquí en Asturias la gente venía poco, un paciente por semana y ahora son seis o siete», señala Enrique Espínola, cirujano estético uruguayo afincado en Oviedo con una amplia experiencia en otros países con la toxina botulínica. En la actualidad, además de prestar sus servicios en la clínica Estética e Imagen de Oviedo, ofrece cursos sobre la manera correcta de aplicar el producto en la Fundación Española de Medicina Estética y es el autor de una técnica que fue presentada en un reciente congreso.

Conoce bien Espínola todo lo que tiene que ver con este producto, sobre el que siempre hay una cierta confusión que en este caso se encarga de aclarar la también médico especializada en estética Victoria Escapa, de Hedonai: «La toxina botulínica que se utiliza para uso estético es la de tipo A que responde al nombre comercial de Vistabel, el botox es de uso hospitalario».

La aclaración viene a cuento para explicar que el uso del botox no se circunscribe a las arrugas, que de hecho nació para dolencias oftalmólogicas como el estrabismo y que se sigue empleando para otros fines, como la sudoración excesiva. Pero un buen día veinte años atrás, la FDA de Estados Unidos aprobó su uso estético y comenzó una carrera imparable. Hay informes científicos que auguran que el botox será el tratamiento estético del siglo XXI y la realidad parece darles la razón. Porque el número de pacientes se ha multiplicado «yo creo que por veinte o por más», dice el dermatólogo José Sánchez del Río, que también tiene años de experiencia con la toxina, que si bien oficialmente se autorizó en España en 2004 ya se empleaba con anterioridad con medicamentos llegados de fuera del país.

Futuro

El futuro se presenta aún más halagüeño que el presente, y quizá por eso en el sector se habla ya de que muy pronto se autorizarán dos nuevas marcas comerciales que se unirán al Vistabel. De momento, el presente habla de más de 80.000 tratamientos durante el año 2008 con este producto. No hay datos sobre cuántos se pueden realizar en Asturias.

La razones del éxito son muchas. Pero puede que una de las claves radique en que es tan sencillo como sentarse en la consulta de turno y esperar quince minutos, unos pinchazos y listo. No hay quirófano de por medio. Y esa es su gran ventaja. Además, dice Victoria Escapa, «bien utilizado, no tiene ninguna complicación ni efecto secundario». «Lo que la gente se plantea es tener un mejor aspecto sin mucha intervención, con una solución ambulatoria, sin los riesgos de la anestesia, y que mejore de forma natural», añade la encargada de aplicar el Vistabel en los centros Hedonai de Oviedo y Gijón.

El quid de la cuestión radica es que son unos pinchazos y en unos días se observan los resultados. El quid está en que, en contra de lo que mucha gente piensa, los músculos no se paralizan, sino que simplemente se relajan y, pasado un tiempo, vuelven a su ser. No es definitivo. Y puede que también esa sea una de sus desventajas, que seis meses después (lo habitual es esperar algo más), quien quiere atenuar sus arrugas de expresión vuelva a inyectarse para conseguirlo. No es definitivo, pero sí adictivo. «El 100% repite», dice Victoria Escapa, y sus colegas le dan la razón. «Yo creo que su uso se está generalizando porque se va conociendo la técnica y cogiendo confianza en el producto», subraya Sánchez del Río, quien añade que no sólo repiten, sino que «vienen a los seis meses como un clavo».

El que prueba repite y poco importa el sexo y la edad, que por otra parte cada vez importan menos a la hora de eliminar arrugas. Antes, la técnica era exclusiva de personas que como poco rondaban los cuarenta, ahora se atreven con ella hasta los veinteañeros, aunque lo más habitual es acudir con los treinta ya cumplidos. Y no hay ningún problema, dicen en que lo utilicen los jóvenes, porque las arrugas de expresión no tienen edad y porque la relajación que produce el botox sobre el músculo evita que salgan las arrugas. «Cuanto más pronto se utilice más tarde van a salir las arrugas», dice Enrique Espínola, quien añade que si antes los 65 eran una especie de edad tope, ahora esa barrera ha desaparecido y acuden sin complejos personas de 70 y hasta 75 años. Un 80%, se atreve a decir Espínola, son mujeres; el resto, hombres, pero los varones van ganando espacio en este tratamiento lo mismo que lo han hecho ya con la depilación láser. Los hombres, eso sí, sostiene Espínola, llegan más tarde que las mujeres, pero con el mismo objetivo: sentirse mejor. «Son hombres de unos 42 años que primero cambian del coche y se compran un deportivo, pero cuando se dan cuenta de que con el coche no hacen nada ni tampoco comprándose ropa más moderna, entonces van al botox, que te quita las arrugas y te pone una mirada más joven», explica entre bromas y veras el médico uruguayo que confiesa, sin tapujos, que él lo usa.

Él lo dice. Pero no todo el mundo lo hace. Siempre hay cierto miedo a contarlo. De hecho, lo que se busca con este tratamiento es que no se note en absoluto. Que la mirada del otro vea al paciente mejor, pero no advierta que ha pasado por una clínica estética o una consulta dermatológica.

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