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Los inquilinos de Balada piden «que los Príncipes no nos echen de casa». :: S. RASCHKE/ULTIMA HORA MENORCA
Don Felipe y doña Letizia reciben una herencia multimillonaria
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Don Felipe y doña Letizia reciben una herencia multimillonaria

Un mecenas menorquín lega toda su fortuna a los Príncipes de Asturias y los ocho nietos de los Reyes

ESTÍBALIZ SANTAMARÍA

Sábado, 16 de enero 2010, 12:35

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Hay quien se toma al pie de la letra el oficio del Príncipe de Asturias. Es cierto, es el Heredero. Pero de la Corona española. Con eso será suficiente. No es necesario que también los 'súbditos' se acuerden de Su Alteza en sus últimas voluntades, como hizo Juan Ignacio Balada Llabrés, multimillonario menorquín fallecido en noviembre, que ha dejado toda su fortuna a nombre de don Felipe, doña Letizia y los ocho nietos de los Reyes, según adelantó el diario 'Última Hora' de Menorca.

Imaginen el semblante de las dos únicas primas del finado cuando a mediados de diciembre el albacea abrió el testamento y las decenas de millones de euros que manejaba el pariente tenían de pronto apellido regio. Al margen de pensamientos indecorosos, probablemente se harían una pregunta: ¿De qué conocía el primo a los Príncipes? Pues, de nada. La Casa del Rey asegura que no habían mantenido contacto alguno con Balada, ni habían recibido información sobre él hasta que su albacea llamó. Cabe suponer que entonces fueron los Príncipes quienes se preguntaron quién era ese menorquín tan amable. Quienes le conocieron le describen como «un hombre muy monárquico». De eso no hay duda. Pero aparte, dedicó su vida a administrar la fortuna que heredó como único hijo del empresario Ramón Balada y la farmacéutica Catalina Llabrés.

Complejo residencial

El resultado es un patrimonio jalonado de propiedades inmobiliarias, extensiones de terreno o la propia farmacia Llabrés de Ses Voltes, cuyos elementos modernistas, únicos en la isla de Menorca, le valieron su catalogación como Bien de Interés Cultural. También fue propietario de una antigua fábrica de Mahón. La vendió y hoy se levanta allí el mayor complejo residencial de la ciudad. Hagan cuentas sobre el montante de la operación. Añadan a todo lo anterior que el finado era el administrador único de una promotora catalana cuyo capital social supera los ocho millones de euros. A partir de ahí su patrimonio se difumina en multitud de sociedades mercantiles fruto de negocios bursátiles y petrolíferos. Huelga decir que hablamos de la mayor fortuna de la isla y, por cierto, el hombre era algo desconfiado. Ordenó a su albacea que, en cuanto muriera, cambiara la cerradura de su casa.

Los que temen ahora encontrarse con que la llave no gira son dos jubilados menorquines, inquilinos de uno de los pisos de Balada. Nada más conocer la noticia se mostraron esperanzados de que «los Príncipes no nos echen de casa». No pueden negar que tener como casera a doña Letizia es 'fardón', pero se van a ver envueltos en un proceso legal de los gordos. Si la Casa del Rey aceptara la herencia, algo que Zarzuela aún no ha confirmado, comenzaría un enredo judicial que la minoría de edad de los nietos reales ayudará a trabar aún más.

Pase lo que pase, el deseo de Balada era que todo su patrimonio quede en manos de los Herederos al Trono, aunque especificó que don Felipe debe dedicar la mitad a constituir una fundación de interés social. Y, aunque de él no se acordara el difunto, el Govern balear pillará buen cacho, entre el 34 y el 68% del total, en concepto de impuesto de sucesiones. Balada ha dejado al Plan E a la altura del betún.

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