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cultura

El Jovellanos vende su alma al teatro clásico

El teatro gijonés reabre sus puertas con ‘Doctor Fausto’, una obra isabelina pasada por el tamiz gamberro de Higiénico Papel. Así es el montaje

MARIFÉ ANTUÑA

Sábado, 16 de enero 2010, 09:29

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Para llegar hasta aquí y ahora (Teatro Jovellanos, hoy, 20.30 horas) han tenido que pasar un sinfín de historias que, bien contadas, darían incluso para hacer un montaje teatral con varios actos y un buen número de actores. Todo comenzó en torno al año 1589, la fecha exacta es una incógnita. Un tal Christopher Marlowe, el hijo de un zapatero nacido en Carterbury y residente en Londres, escribe La trágica historia del doctor Fausto, que se sirve del relato medieval cristiano del hombre que vende su alma al diablo para levantar un drama de pasiones, pecados y vicios. Marlowe, coetáneo de Shakespeare, murió joven, pero quedó para la historia como uno de los grandes autores de teatro isabelino. Cinco siglos después, Laura Iglesia, dramatuga, actriz y directora teatral, decide recuperar para la escena asturiana lo que Marlowe dejó escrito. Sucedió hace aproximadamente año y medio._Entonces, la directora de Higiénico Papel, que ya se atrevió con el King Richard de Shakespeare, pensó que si quería poner sobre las tablas una obra que requiere del concurso de sesenta personajes, necesitaría algo más que ilusión, ganas, conocimiento del medio y buenos actores. También era preciso más dinero del habitual en sus montajes. Entonces, el Teatro Jovellanos tenía aún sus puertas abiertas y sus viejas butacas colocadas en el patio y en aquel momento estaba abierto el plazo para optar a un premio, el que lleva el nombre de ese mismo coliseo, para producir una obra. Y allí se fue con su Fausto renovado y asentado en pleno siglo XXI, con su punto gamberro y acabó por obtener el premio: 21.000 euros. Año y medio después, el teatro que cerró para renovar tramoyas y butacas, vuelve a descorrer el telón para viajar rumbo al universo que creó Christopher Marlowe con la mirada macarra de Laura Iglesia.

«Entra, entra ya, Arantxa», dice la directora desde su puesto de control.

Sucede la escena en uno de los últimos ensayos antes del estreno y el pase del texto se hace prácticamente sin interrupciones. Esa frase y «Berto, sal por el otro lado» y «olvídate del micro, me preocupa más la acción que el sonido» son las únicas que pronuncia Laura mientras deja hacer a Carlos Dávila, Alberto Rodríguez, Arantxa Fernández Ramos, Rita Cofiño, Lautaro Borghi, David Acera y David Soto. Laura observa, calla y toma notas. No es tiempo de parar la función, de deternerse en analizar la interpretación de cada uno de los actores eso ya está hecho, sino de tirar millas, de que el espectáculo fluya y se mezcle con la música, con los cambios de escenografía y con el trajín infinito del vestuario, una auténtica locura para los siete actores que toman la escena. Son dos horas de tragedia, con toques de humor, con alguna que otra morcilla, con mucha música y mucho ritmo. Ese es el Fausto que Higiénico Papel estrena esta noche.

«Yo este montaje nunca lo hubiera hecho sin el Premio Jovellanos», confiesa Laura Iglesia. Esos 21.000 euros, más otros diez mil de la Consejería de Cultura, han obrado el milagro de la que es ya la obra más cara hasta la fecha de la compañía gijonesa. El 27 de marzo supieron que el premio era suyo y el dispositivo se puso en marcha. Había un proyecto, con sus bocetos de escenografía, vestuario y atrezzo e, incluso, una primera versión de la obra de Marlowe, pero aún quedaban muchas batallas por librar. Un ejemplo, la función que hoy llega al escenario es la sexta versión que ha pasado por las manos de Laura Iglesia, que ha recortado en extensión el texto pero ha respetado las palabras de Marlowe, esas mismas que ella ha interpretado para imaginar escenas no descritas en el original. «Prefiero cortar texto y darle más protagonismo a la acción», explica mientras obversa algunas de esas interpretaciones visuales que ella pone sobre las tablas, sin hueco para trajes de época pero con mucho espacio para los tacones de vértigo, las gafas de sol, las chupas de cuero, los tejanos rotos, los trajes negros, las botas camperas... Así es el Fausto que baila al son del Ave María de Haendel, Fly me to the moon, Tu vuo fa lamericano, que se menea con Tom Waits y Santana y escucha con idéntico placer la séptima de Beethoven.

Así es año y medio después de pasar por la cabeza de Laura la obra que tiene a Arantxa y Rita en un sinvivir de quitarse y ponerse ropa. «¿Cuántos cambios de vestuario hacemos? Buff, no sé, unos veinte», dice Arantxa, que ni siquiera tiene tiempo en esas dos horas de pararse a contar cuándo es un ángel y cuándo una enfermera, cuándo un monje y cuándo la churri del emperador. Son tantos los personajes que todos repiten, incluidos los dos protagonistas en los papeles de Fausto y Mefistófeles, Carlos Dávila y Alberto Rodríguez. «Fíjate, sólo en zapatos nos hemos dejado mil euros», dice la directora.

Cuando quedan pocas horas para la premiere, aún falta alguna peluca, algún modelo, una mesa por atrezzar y eso que Azucena Rico ya elaboró sus primeros bocetos de vestuario para presentarlos al premio que finalmente se llevaron, lo mismo que Josune Cañas, que se ha encargado de hacer realidad un par de tronos y todo lo demás que aparece sobre las tablas. Aunque en esta ocasión el peso de la escena se va a depositar en la maquinaria que el Jovellanos estrena esta noche. «Vamos a usarlo todo», explica Laura Iglesia, quien añade que en la representación las transiciones se hacen a través de gasas, telones y cicloramas. Con todo ello se trata de ofrecer una visión muy cinematográfica y ágil de este clásico isabelino que se mueve con rápidez por el espacio y el tiempo, que viaja a Roma y mete al propio Papa, a Alejandro Magno y a Helena de Troya en la trama.

Que nadie espere una obra mojigata. No lo es. Tampoco lo era Marlowe, y menos aún Laura Iglesia, que ha incluido escenas de sexo en su Fausto pecador que por fin hoy se estrena. Tras él, hay mucho más que mil euros en zapatos, hay más de doscientas horas de ensayos, primero en el local que el grupo tiene en Pruvia, después en una sala del Teatro de la Laboral y desde el miércoles en el Jovellanos. Los actores, con agendas complicadas y compromisos con otros montajes y otras compañías, comenzaron a hacer sus primeras lecturas del texto en el mes de agosto. Se trataba de leer, de jugar, de ir adjudicando los personajes que aún no tenían dueño, de ir metiéndose en el espectáculo. Luego hubo tiempo de estudiar, de memorizar el texto de Marlowe y empezar en setiembre a crear el espectáculo propiamente dicho. En los meses de octubre y noviembre simplemente se trató de mantener vivo lo hecho y a finales de diciembre y durante toda la Navidad se ha dado el sprint final. «Yo pienso que habremos hecho entre treinta y cuarenta ensayos de seis horas», relata la directora.

Hoy no se pondrá el punto y final a la historia de Fausto que arrancó allá por el siglo XVI gracias de la pluma de un tan Marlowe muerto en extrañas circunstancias. Su obra pasada por el tamiz de Higiénico Papel, aún puede cambiar en función de lo que público dicte cuando el telón se vuelva a bajar. Entonces, queda lo más difícil, hacer que el montaje tenga un amplio recorrido, se vea en un buen número de escenarios, algo que no es sencillo cuando han de viajar en gira nueve personas para cada función: los siete actores, la directora y un técnico. Ellos, que hace ya tiempo que vendieron su alma al teatro, esperan reabrir hoy el Jovellanos con aplausos.

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