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Monseñor Sanz Montes, durante la misa celebrada ayer en la catedral de Huesca. :: PURIFICACIÓN CITOULA
«En Oviedo está ahora mi tierra»
Asturias

«En Oviedo está ahora mi tierra»

«Allí os espero para rezar a la Santina y tomarnos un vaso de sidrina», les dice a los fieles oscenses Sanz Montes se despidió de Huesca con una multitudinaria misa en la catedral

PPLL

Domingo, 24 de enero 2010, 03:18

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Hace seis años, aquel 14 de diciembre en el que Jesús Sanz Montes fue ordenado por primera vez obispo (asumiendo dos diócesis, las de Huesca y Jaca, un hecho inédito hasta entonces en España) la luz se fue en la catedral de Huesca y acabaron la misa literalmente «a dos velas». Ayer, sin embargo, todo el templo lució espléndido en la emotiva despedida del que, el próximo sábado, se convertirá en arzobispo de Oviedo. Las referencias a su futuro más inmediato fueron constantes a lo largo de las dos horas que duró la eucaristía. En ocasiones, en tono jocoso. En otras, con profundo respeto por la tarea que se le ha encomendado. «Cambiaré de camino, pero no de determinación», advirtió. A Oviedo -«la que es ahora mi tierra», dijo- se dirige «con prisa, pero sin apresuramiento» el que él mismo definió como «un pastor bueno».

No fue fácil la despedida. Porque, aunque hace ya dos meses que la Santa Sede hizo oficial su nombramiento, le resultaba extraño decir adiós. «Más aún, me cuesta trabajo creerlo». Y porque, como explicó más tarde el propio Sanz Montes, uno no es de mármol, ayer optó por llevar escrita su homilía. Por si en algún momento los sentimientos afloraban y le impedían continuar con voz clara su discurso a los cerca de setecientos fieles que llenaron la catedral.

Así que, conteniendo la emoción, durante cerca de veinte minutos repasó los seis años de un franciscano como él por tierras aragonesas. Un religioso de vocación tardía (se ordenó sacerdote con 31 años) que pasó de dar clases de Teología en Madrid y Roma, de ejercer el sacerdocio «en la sierra pobre de Guadarrama» y de vivir en un sencillo convento como franciscano a convertirse en el tercer obispo más joven de España y el primero al frente de dos diócesis, las de Huesca y Jaca. «Hace seis años, esa encomienda me desbordaba. No fue sencillo, porque sabía bien lo que dejaba pero ignoraba lo que aquí me aguardaba», reconoció.

Dio las gracias a todos los que le han acompañado en esta etapa. «Una etapa en la que he nacido y crecido como obispo», afirmó.

Gracias fue una de sus palabras más empleadas. La otra fue perdón. Lo pidió por no haber podido dedicar más tiempo a su cometido en las diócesis de Huesca y Jaca: «Por llegar tarde o no llegar nunca a citas o acontecimientos que aguardaban mi presencia o mi voz». También por sus palabras «mal expresadas, mal entendidas o tergiversadas».

Ayer se reconocía reconfortado porque entre los asistentes a su última misa en Jaca estaban autoridades locales y regionales con las que, en algún momento de su ejercicio, surgieron discrepancias. «Pero también ha habido mucha colaboración. Llega un momento en el que haces criba y queda lo que realmente hemos hecho cada uno desde nuestro ámbito en servicio de la sociedad», subrayó.

A la catedral también acudieron más curas de los que hay en Huesca. «Han venido de Jaca, de Zaragoza, de Teruel y alguno de Madrid. Eso me conmueve», reconoció en declaraciones a EL COMERCIO.

Una jota dedicada

El sábado en la catedral de Oviedo serán, al menos, 300 sacerdotes y 25 obispos los miembros de la Iglesia que le den la bienvenida. Y se calcula que un millar de personas acudirá a su toma de posesión como arzobispo. Sanz llegará a Asturias «no en una fuga asustada ni en un frívolo devaneo de quien hace carrera, sino diciendo sí a Dios» y muy a pesar de los fieles de Huesca, que ayer reconocían lo mucho que le echarán de menos.

De lo que lamentan su marcha da muestra la jota aragonesa que le dedicaron y en la que, medio en broma medio en serio, le piden que, ahora que aún está a tiempo, se lo piense bien y no abandone un reino y una corona como la de Aragón por un simple Principado. «Seguro que hoy me la vuelven a cantar», comentaba Jesús Sanz Montes una vez terminada la misa y a punto de reunirse con cerca de un centenar de sacerdotes para compartir una comida.

A sus fieles les había dejado un último mensaje: «Si algún día vais a Oviedo, sabed que allí tenéis un amigo y un hermano. Allí os espero para rezar a la Santina y, de golpe, tomarnos un vaso de sidrina».

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