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GIJÓN

La ciudad se llena

JOSÉ IGNACIO PRENDES

Miércoles, 8 de agosto 2007, 03:20

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GIJÓN se llena, basta con asomarse éstos días a cualquier calle del centro para contemplar la riada de propios y ajenos. Lo de todos los años, la Semana Grande, la Feria, en fin el agosto que siempre nos colapsa. Sin embargo resulta cada vez más normal que a uno le paren por la calle gentes de cien mil raleas, que diría Serrat, para pedirle una dirección, una propuesta o un consejo para entretener el gaznate; y no sólo durante el verano. Ya no se trata de aquél turismo con el que crecimos, de cuenca minera, fiambrera y tren de Langreo, o de parientes leoneses de piso alquilado en el barrio La Arena para todo el mes, a los que los niños siempre distinguíamos porque se empeñaban en colocarse al borde del mar y claro, indefectiblemente, año tras año, la marea les mojaba la toalla. De un tiempo a esta parte siento que Gijón se llena, y no sólo en el verano, claro que uno habla de sentimientos, de sensaciones personales y no de verdades científicas amparadas en estadísticas al uso. Sensaciones de las que le proveen los amigos que deciden trasladarse a vivir a ésta parte del Cantábrico después de un periplo por esos mundos de Dios, pudiendo haber recalado en otros puertos.

Será que Gijón se ha convertido en una ciudad atractiva para vivir, una ciudad de personalidad acusada y diferente de cuantas nos rodean, nada que ver con otras hermanas del Norte, con un Santander, un San Sebastián o un Bilbao, pongamos por caso. Si acaso más parecida a La Coruña, pero claro, ellos están en Finisterre y nosotros a un tiro de piedra cualquier parte. Una ciudad que por tamaño puede llevar ése nombre, y que como las amigas para toda la vida su belleza está en el interior, siempre crítica, sobre todo consigo mismo, pero siempre dispuesta a tender una mano al náufrago de cien batallas.

Sin discutir el mérito a los administradores de turno, peleados desde hace años con la mejora estética, uno diría que el atractivo de Gijón radica precisamente en su propuesta ética. En ésa intensa vida que por debajo de Semanas Oscuras, Botánicos, Laborales y demás montajes escénicos fluye por sus calles y sus bares. Por todo ello es Gijón ciudad en la que abundan los personajes literarios anónimos, de esos que de momento no son acreedores de lujosas ediciones institucionales; pero que desbordan sabiduría, ingenio y yo diría más, alma.

El viernes pasado fue un día pródigo en actos culturales de primer nivel, se presentaba en el Antiguo Instituto, la 'ñoaranza de Artemio Rulán', alter ego de Rafa Cofiño, poeta y sanador incluso de la tristeza. Miembro y sostenedor del blog 'Fútbol de poetas', en el que se cobijan un grupo de gijoneses amantes de las causas nobles y perdidas, de la poesía, de la lírica itinerante de bar en bar, que no es de nadie sino de quien la necesita, y de la Holanda de Johan Cruyff, que como todo el mundo sabe ganó el Mundial de Alemania-74.

Mientras, en el Bar Chafariz, en su barra literaria (lugar de culto por tantas cosas) hacía acto de presencia la segunda obra de la joven promesa de las novelas por entregas, Charly Castañón, titulada 'Enreda, Enreda'. Una abigarrada muestra de tipos entrañables, casi todos presentes y alguno desgraciadamente ausente, depositarios del más sano espíritu de ésta ciudad, envueltos en inefables situaciones que harían palidecer al mismísimo Ignatius Reilly; eso sí, armados de firmes convicciones, tan poco abundantes hoy en día.

Charly ha convertido en obra literaria una parte anónima, pero significativa de ésta ciudad y uno, que no es crítico literario ni lo pretende, sospecha que está llamada a convertirse en pincelada del Gijón actual, a la altura de 'La balada del pitbull' de Pablo Rivero, o de novelas gijonesas que en su día tuvieron corto vuelo editorial y hoy son obras de culto, como 'Helena o el mar de verano', de Julián Ayesta, o 'el onceno mandamiento', de Faustino González Aller. Así que no pierdan la oportunidad y acudan a Paradiso y pregunten por Artemio Rulán, o corran al Chafariz y soliciten uno de los escasos ejemplares de 'Enreda, Enreda', quizá así descubran porqué Gijón se llena.

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