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GIJÓN

Asturias y su balanza fiscal

JUAN IGNACIO GONZÁLEZ

Viernes, 4 de enero 2008, 04:17

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LA Fundación del BBVA publicó recientemente el estudio de balanzas fiscales de las comunidades autónomas. Una reivindicación de los nacionalistas catalanes al Gobierno central. Los nacionalistas vascos, en cambio, no han solicitado nunca saber cuál es su saldo. Existe en dicho estudio un problema metodológico que relativiza los saldos autonómicos. Tiene que ver con la regionalización de las inversiones públicas estatales y las aportaciones fiscales, especialmente a determinados impuestos, como el de sociedades, pero que afectan también al IRPF. Los flujos comerciales tampoco tienen una traslación directa a un marco regional, tal como presuponen las balanzas fiscales autonómicas. Pero, si el método es engañoso, no lo son menos los resultados.

El primer dato de interés es que al catalanismo le ha salido el tiro por la culata: Madrid es la comunidad más explotada y colonizada de todo el Estado. Otro dato curioso es que las colonizadas y explotadas tierras vascas -incluida Navarra- tienen un saldo fiscal positivo, incluso a pesar de que son la segunda y la tercera comunidad en PIB per cápita de todo el Estado. El tercer dato es el único esperado: las comunidades menos desarrolladas tienen una balanza fiscal positiva. Reciben en inversión pública estatal más de lo que aportan fiscalmente. La réplica de cualquier catalanista fiscal es clara e inmediata: los datos de Madrid están distorsionados por el efecto capitalidad. Sin lugar a dudas, el 'efecto capitalidad' existe y tiene un gran impacto. Esto explicaría por qué en Madrid nadie quiere independizarse. Pero también lo tiene en Barcelona, y su papel de capital periférica.

De todas formas, las balanzas fiscales abren la puerta a una ecuación de ética fiscal muy peligrosa para los derechos sociales: debemos recibir del Estado el equivalente de aquello que pagamos fiscalmente. El peligro de este virus es que, por mucho que el manto identitario nacionalista pretenda recluirlo en el estrecho ámbito autonómico, el virus se replicará fuera de esos espacios, hacia la vida social misma. Y entonces viene el rechinar de dientes cuando la ciudadanía se plantea las diferencias ignorando el método.

En el caso de Asturias, que sale netamente beneficiada, es necesario estudiar con calma algunos elementos que distorsionan el dato sobre la base de que hay al menos cinco grandes parámetros a tener en cuenta: en primer lugar, las grandes y medianas empresas y las grandes fortunas cotizan casi siempre impuestos en Madrid o Barcelona, que es donde tienen la sede social o el domicilio fiscal, pero su riqueza la obtienen en muchos sitios y la imputación de esos impuestos que pagan debería hacerse a tales territorios, aunque no se haga casi nunca. En segundo lugar, según los años que consideremos, el presupuesto estatal no está equilibrado. Cuando había déficit o emisión de deuda, el Estado gastaba más que lo que ingresaba en todos sitios y entonces la media de las regiones era recibir más gasto que ingresos aportaban. En tercer lugar, el desequilibrio de la Seguridad Social en Asturias tiene mucho que ver con el régimen especial de la minería. En general, el régimen general es más equilibrado que los especiales, que generan déficit. En cuarto lugar, la balanza fiscal depende de la riqueza de los individuos, no de los territorios. El régimen fiscal individual es casi igual en toda España. Si en Cataluña se recauda más por persona es porque los ciudadanos tienen mayor renta. Es lógico que en Extremadura se recaude menos y se gaste más.

Y, finalmente, muchas veces lo que se gasta el Estado en un sitio está al servicio de otro; por ejemplo el gasto en el AVE Madrid-Barcelona, que beneficia sobre todo a los dos extremos, se imputa, en buena parte, a Aragón.

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