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Fritanga para la furgoneta
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Fritanga para la furgoneta

Francisco Villaverde, artesano de un pueblo de Bimenes, lleva un año repostando su vehículo con el aceite de freír que sobra a sus vecinos

MIGUEL MORÁN

Jueves, 28 de febrero 2008, 05:03

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«Con fabes y sidrina, nun fai falta gasolina'.Que la solución al problema energético estaba en la cocina llevaba años escrito. Lo único que faltaba era dar con los ingredientes adecuados. Francisco Villaverde, un vecino de El Castañal (Bimenes) ha encontrado la fórmula. Desde hace un año su furgoneta Citroën C3 no pisa una gasolinera, su único combustible es el aceite de freir que les sobra a sus vecinos.

Todo empezó con la guerra de Irak cuando este artesano de 46 años empezó a estudiar la manera de prescindir de las «troleras», como llama a las petroleras, que «tanta daño están causando al mundo». Sus inicios fueron con el biodiésel, pero la dificultad de mezclar en casa metanol y sosa le impidió seguir adelante. Así que decidió probar con el aceite que le sobraba en su cocina. «Empecé pasándolo por un filtro microporoso artesanal y mezclándolo en el deposito con el gasóleo a un 15%». Antes hizo unas pequeños cambios en su vetusta furgoneta ayudado por algunos amigos «Sencillos porque de mecánica tengo conocimientos básicos», señala. La bomba de alimentación, de 150 a 170 bares de presión en los inyectores y poca cosa más cambió de las entrañas de su vehículo.

El siguiente paso fue aumentar las dosis para comprobar el grado de tolerancia: 30%, 50%, 75% hasta que el año pasado, hace ya 10.000 kilómetros, la furgoneta dejó de repostar en gasolineras. El aceite se había impuesto y la propulsión a fritanga era una realidad. Desde entonces ni un sólo problema, «bueno sólo uno que cuando paro en cualquier sitio la gente dice que la furgo huele a freiduría de churros». Por lo demás el motor va «más redondo, mejor lubrificado...». Hasta en la ITV, que la pasó dos veces desde entonces, no pusieron ninguna objeción.

Resuelta la parte mecánica el siguiente paso era solucionar el problema del abastecimiento. Restaurantes y colegios, los mayores consumidores de aceite, tienen por ley que dar los residuos a la consejería para que se recicle en plantas de biodiésel. «La suerte es que para el uso que yo hago con lo que les sobra a los vecinos tengo bastante», dice en el sótano de su vivienda donde realiza el proceso de reciclaje. En estos momentos almacena en bidones unos 500 litros de aceite que le dan una autonomía de unos cuatro meses. Atrás quedan los tiempos en que tuvo que reciclar aceite de girasol recién comprado en el súper. «Esto no lo hago por dinero. Quiero demostrar que no hay voluntad de prescindir del petróleo. Si yo lo hice las empresas automovilísticas pueden hacerlo», añade. La fritanga es el futuro: aumenta el colesterol, pero no emite CO2.

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