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OPINIÓN ARTICULOS

Sobre religión, política y progreso

ARMANDO FERNÁNDEZ BARTOLOMÉ COORDINADOR DE UP

Miércoles, 5 de marzo 2008, 04:49

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MUEVEN la religión y la política sentimientos profundos que pueden propiciar, si hay manipulación, abundante demagogia .Últimamente se discute mucho sobre laicismo y las relaciones Iglesia-Estado, vertiéndose amenazas en televisiones y radios que no ayudan a clarificar tan importante asunto. Las siguientes líneas quieren ser una reflexión sobre el tema y la aportación de algunas propuestas políticas. Desde la CE de 1978 está vigente un régimen de semiconfesionalidad en las relaciones Estado español-Iglesia Católica regulado por unos acuerdos firmados en 1979. Esta semiconfesionalidad interesó a casi todos y formó parte de los acuerdos de la Transición. Ni PSOE ni PP ni nacionalistas mayoritarios, a pesar de todo el ruido mediático, contemplan en su programa electoral la revisión de estos acuerdos, algo que tampoco parece interesar a la Conferencia Episcopal. Sobran, por tanto, las amenazas y lamentos de las últimas semanas y faltan explicaciones y transparencia para que los ciudadanos sepamos a que atenernos.

A nuestro juicio, estos acuerdos son insuficientes para responder a los nuevos retos que tiene España, convertida ya en una sociedad moral y religiosamente muy heterogénea. Hay que cambiar mentalidades y leyes viendo con optimismo este nuevo escenario. Cambiar ideas supone reconocer que la religión católica institucionalizada sufre en nuestro país una crisis a pesar de manifestaciones multitudinarias en la calle y colegios hasta los topes; muchas personas siguen buscando sentido en la religión (espiritualidad) pero son reacias a comprometerse excesivamente, también en lo económico, con las instituciones donde quizás se sientan poco representados y escuchados. Dicho en términos clásicos: hay poca militancia. Curiosamente, y con ciertos paralelismos, algo similar sucede con los grandes partidos políticos. Hay poca participación y no preocupa a éstos porque, gracias también a la financiación estatal, no dependen como antaño de amplias bases de militantes para subsistir; más aun, tienden al reforzamiento de aparatos burocráticos pétreos y a la profesionalización de políticos que, en el fondo, son empleados del partido. Iglesia y partitocracia (extensible a sindicatos financiados con dinero público) viven una crisis de legitimación respecto a quienes dicen representar y por ello el laicismo, la participación de los laicos, o sea, de los ciudadanos, en términos políticos, lejos de ser una amenaza es imprescindible para la regeneración de la vida democrática y religiosa.

También hay que afirmar que el laicismo no es antirreligioso; al contrario, es fundamental para la revitalización de una religiosidad más auténtica y libre, desligada de cualquier tipo de irracionalismo y de la intromisión del poder político. Desde siempre, la búsqueda de la sabiduría, sea por la vía filosófica o religiosa, es una actividad buena y deseable; pero no así la emergencia paralela de mixtificaciones que engendran fanatismo, superstición y dogmatismo religioso y/o ideológico. También es preocupante la proliferación actual de un nihilismo egoísta e individualista, basado en el consumismo mas feroz , que hace tabla rasa de todos los valores sociales sobre lo que se ha edificado nuestra convivencia democrática. El laicismo es el combate contra ambos extremos (fanatismo y barbarie) sin confundirlos y sin caer en sus defectos traduciendo en ideas, actitudes y hechos (morales y jurídicos) los valores occidentales (ilustrados); valores que pueden ser perfectamente compartidos por religiosos, ateos y agnósticos (lo que nos une). Combate absolutamente necesario para el mantenimiento de nuestras formas de organización política y los valores que intentan encarnar: paz, libertad y justicia.

Concretando: sin perjuicio de las subvenciones que puedan recibir las numerosas asociaciones religiosas que realizan una importante labor social o las actividades de naturaleza u origen religioso de interés cultural general, ninguna organización o actividad religiosa deberá ser financiada por el Estado. Además, hay que superar tanto el régimen de semiconfesionalidad vigente en España como desechar el régimen de multiconfesionalidad que se trata de implantar desde posiciones supuestamente progresistas. La libertad sólo puede estar plenamente garantizada si hay una separación estricta entre el Estado y las diferentes confesiones religiosas y, por eso, es necesaria, con la oportuna reforma constitucional, la sustitución de los actuales acuerdos entre España y el Estado Vaticano por acuerdos de cooperación con la Iglesia Católica española. Es un anacronismo que asuntos internos de España sea regulados a través de un tratado internacional.

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