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Un pichón cazado a plata

Pedro Pidal consiguió la primera medalla para España en París en un deporte que nunca fue olímpico. Los segundos Juegos modernos estuvieron marcados por el más absoluto descontrol

SARA GARCÍA

Domingo, 20 de julio 2008, 04:38

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Un podio olímpico en un deporte que no es olímpico. Los segundos Juegos de la era moderna y el debut de las mujeres en esta cita con la gloria. También, la primera vez que un asturiano iba a unos Juegos y la primera 'medalla' -se entregaron unos 'objetos franceses muy valiosos'- para España.

Todo ello remite a una fecha, 1900, y a una ciudad, París. Y a un nombre propio, Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, marqués de Villaviciosa (Somió, Gijón, 1870- 1941), quien se alzó con la plata en la modalidad de tiro de pichón -actualmente tiro al vuelo-. En medio de un desorden absoluto, los segundos Juegos modernos nacieron al albor de la Exposición Universal de París.

Sin las ahora tradicionales ceremonia de inauguración ni de clausura. Tampoco existía aún la Carta Olímpica y no se entregaron medallas. Cada cual hizo lo que pudo y, asimismo, se apuntó a la modalidad que le parecía. Y el asturiano Pedro Pidal lo hizo en su deporte favorito, el tiro al pichón. A título individual. En España no existía ni la federación de pichón ni la de plato. Bajo el lema 'para todos los deportes', los Juegos de París han deparado un sinfín de anécdotas y un ejemplo para no seguir a la hora de organizar una competición.

Como muestra, su duración. Aquellos Juegos comenzaron el 14 de mayo y acabaron el 28 de octubre. El tiro al pichón vivió en la capital francesa sus únicos días olímpicos. Nunca más volvió a formar parte de su programa. Un total de 193 tiradores se inscribieron, de los que finalmente compitieron 166, entre ellos el marqués de Villaviciosa.

La cita con la gloria olímpica se fechó los días 19, 25, 26 y 27 de junio de 1900. Al finalizar las pruebas, un australiano, Machintonsh, se hacía con el oro (25/25). Un asturiano, con la segunda plaza, Pedro Pidal (21/25). Sólo cuatro años después, volvería a inscribir su nombre en las páginas de la Historia, con mayúsculas. Junto con el Cainejo fue el primero en coronar la cumbre del Urriellu.

Pero en 1900, vivía con intensidad el bullicio del inicio del nuevo siglo en París. La capital francesa atraía todas las miradas. En plena euforia económica, había superado los 2,5 millones de habitantes. El barón de Coubertin no encontró otro lugar mejor para la cita olímpica.

Récord sin superar

Pero la realidad es que en la práctica todo resultó un desastre organizativo. 1.330 deportistas, entre los cuales figuraban, por primera vez, once mujeres. Y Margaret Abbot, de Estados Unidos, se convirtió en la primera mujer de la historia en ganar una competencia olímpica al vencer en un partido de golf de nueve hoyos.

22 naciones representadas y 18 deportes en competición. Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña encabezaron el medallero oficial.

Y entre todos esos atletas destacó uno, que se quedó sin sus cuatro medallas, hablando en términos tangibles. Alvin Kraenzlein consiguió en París cuatro primeros puestos en otras tantas pruebas de carácter individual: salto de longitud, 60 metros, 110 metros vallas y 200 vallas. Récord que aún no ha sido superado.

Eso sí, el americano no se pudo llevar sus medallas a Wisconsin, pero, en compensación, siempre será recordado como el padre de los modernos vallistas.

Volviendo a Pedro Pidal, no dejó de competir después de su segunda plaza en París. Tuvo en propiedad el Campeonato de España cinco años, 1901, 1902, 1904, 1911 y 1914. En ese último año fue nombrado senador vitalicio por Eduardo Dato y este cargo le llevó otra vez a colarse por la puerta grande en la Historia española. Se centró en las cuestiones medioambientales y fue el artífice de que se declarara en este país por primera vez un parque nacional, de la Montaña de Covadonga, que tras su ampliación pasó a ser lo que hoy conocemos como Parque Nacional de los Picos de Europa. Enamorado de este espacio natural, Pedro Pidal descansa en paz dentro del parque, como él había solicitado en vida.

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