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Mariano Lugones, junto a Alberto, en su domicilio / LUIS SEVILLA
«Alberto quiere quedarse en su cole»
GIJÓN

«Alberto quiere quedarse en su cole»

<strong>Una familia gijonesa afirma que el colegio al que acude su hijo tetraparésico pone trabas para que el niño, de cinco años, continúe en el centro</strong>

AZAHARA VILLACORTA

Sábado, 9 de mayo 2009, 10:49

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Si Alberto se porta mal, sus padres lo amenazan con no llevarlo al cole. Porque «a Alberto le encanta ir a La Asunción» y «se pone a llorar como un loco si ve que a su hermano le ponen el uniforme y a él no». Alberto Lugones Zapico, diagnosticado tetraparésico espástico, tiene casi cinco años y los ojos dulces. Y graves problemas motores y retraso cognitivo desde que nació. Por eso es diferente. Porque a diferencia de muchos de sus compañeros «va contentísimo a estudiar y a jugar» y porque «le encanta ver a Arguiñano por la tele». Por ejemplo.

En todo lo demás, su padre, Mariano, se niega a que sea distinto. Y, por eso es del Sporting y ha aprendido una canción que sólo canta cuando coge confianza con su interlocutor: «Kike Mateo, eo, eo, eo». Y también por eso, cuando el curso pasado tocó escolarizarlo, Mariano Lugones pensó en el mismo colegio en el que ya estudiaba su hermano Manuel, de ocho años: el centro que regentan las religiosas de La Asunción en El Bibio.

Fue después de que un equipo de la Consejería de Educación valorase su caso y le ofreciese distintas opciones. Entre ellas, el mencionado colegio, «supuestamente, uno de los dos centros concertados de referencia para niños con problemas motores en Gijón», cuenta Mariano, que quiere que vaya por delante que, «en virtud del convenio que tiene suscrito con el Principado para fomentar la integración, La Asunción recibe un dinero con el que debe dotarse de recursos materiales y humanos, como un fisioterapeuta, un logopeda o la pedagoga que se encarga de adaptar el currículum escolar» al paso lento que marca Alberto.

Presiones de las monjas

Así, con la decisión de elegir colegio, empezó para esta familia gijonesa una batalla en la que, «desde el principio, todo fueron impedimentos y presiones por parte de las monjas».

El primer disgusto tuvo que ver con el pupitre adaptado que el pequeño necesita: el padre de Alberto tuvo que llevar las suyas de casa porque «el colegio aducía problemas económicos» que, cuando finalmente compraron una mesa y una silla nuevas, se tradujeron en la insinuación de una factura por valor de mil euros. Una factura que Mariano, «por supuesto», no pagó.

Las siguientes llegaron a propósito de los servicios de autocar y comedor, dos exigencias a las que este padre ha renunciado «hasta ahora», ante el argumento de que «no hay recursos» repetido por la dirección, «porque llega un momento en el que no puedes tener tantos frentes abiertos».

«El problema de fondo», resume Mariano mientras su hijo le reclama una y otra vez que es hora de bajar al parque y comprar gusanitos, es que «La Asunción tiene dos alumnos con discapacidades por aula, pero ninguno con tantas dificultades como Alberto, con tantas necesidades. Y por eso quieren librarse de él».

«Pero, después de dos años de fingir y callar, también llega el día en que tienes que dar un paso al frente porque ya no puedes más y porque tienes que negarte a que acaben con el que es distinto».

El momento ha llegado: «Si recibes un dinero por eso, después no digas que no puedes hacerte cargo de mi hijo. Porque esto no es caridad cristiana», afirma el padre. «Es mi derecho a elegir la educación que quiero para él y no paso porque nos quieran echar como perros. ¿Qué sociedad estamos construyendo? ¿Una en la que sólo pueden vivir los guapos? Pues Alberto es tan guapo como tú y como yo. Y es muy feliz en ese colegio».

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